Un desvalido en esta historia, contada por Gorant (autor del best-seller Los perros perdidos), es sin duda Wallace. El dos veces abandonado Pit Bull superó los estereotipos negativos de la raza cuando se convirtió en campeón mundial de perros de disco en un deporte dominado por perros veloces de la mitad de su tamaño. “Underdog” también podría describir a su salvador y compañero de disco, Andrew “Roo” Yori, cuyo comportamiento estoico y atlético del Medio Oeste ocultaba un lado sensible a veces abrumado por la carrera, el amor y el autodescubrimiento.
Mientras estudiaba en la Universidad St. Mary de Minnesota, Roo conoció y cortejó a su futura esposa, Clara. Unos años después de la graduación, adoptaron dos perros de Paws & Claws, un refugio local. Pronto, ambos se ofrecieron como voluntarios, emparejando mascotas sin hogar con adoptantes.
Mientras tanto, un Wallace adolescente, que había sido confiscado de una presunta red de peleas de perros cuando era un cachorro, se estaba convirtiendo en un puñado para el policía que lo acogió y, a regañadientes, entregó el perro joven a Paws & Claws. Wallace tenía otro golpe potencial en su contra: el policía había jugado juegos de Schutzhund con el cachorro de alto impulso. La raza de Wallace, la falta de control de los impulsos y la pura fuerza lo hacían potencialmente peligroso en las manos equivocadas.
Roo y Clara reconocieron el potencial de Wallace y le salvaron la vida, pero no sin sacrificios personales y profesionales. A cambio, enriqueció sus vidas de formas que nadie podría haber adivinado, desde presentarles a nuevos amigos en todo el mundo hasta superar los límites cuando se trataba de generar prohibiciones y miedo.
En última instancia, a través de enfermedades familiares, discordias matrimoniales y problemas económicos, Wallace fue el pegamento que mantuvo unidas a Roo y Clara. La suya es una inspiradora historia de felicidad que se mide no por logros y fama, sino por trascender el material para momentos especiales compartidos con los que amamos.
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