Perder un perro es a menudo tan intenso como perder a un familiar o amigo cercano, pero estoy seguro de que no tengo que convencer a nadie que lea esto de ese hecho. En cambio, me gustaría discutir dos de las razones por las que es así.
Un problema es que nuestros perros afectan nuestra vida diaria de una manera que pocos de nuestros amigos o familiares lo hacen. Vivimos con nuestros perros, y eso afecta muchos pequeños detalles de nuestros días: cuando nos despertamos, nuestros patrones de ejercicio, nuestra prisa a casa después del trabajo, lo que compramos y a quién tenemos, por nombrar algunos. Por mucho que amemos a nuestros amigos y familiares más queridos, solo un pequeño porcentaje de ellos son parte integral de nuestra vida diaria. Esa forma particular de cercanía explica por qué muchas viudas recientes encuentran la tienda de comestibles una fuente de miseria. Es difícil hacer un recado tan común y NO comprar los artículos que han llenado el carrito durante años o incluso medio siglo. Después de la muerte de un perro, cuando la rutina matutina varía y no hay más paseos después del trabajo con nuestro mejor amigo, muchos momentos simples llevan un recordatorio similar de pérdida.
Un segundo problema es la falta de costumbres sociales que nos ayuden a llorar públicamente y nos ayuden a pasar a la siguiente fase de la vida. Por lo general, no hay funerales, ceremonias religiosas, obituarios ni asistencia organizada de la comunidad para reconocer la solemnidad del evento. Nuestros rituales sagrados van a la zaga de la nueva comprensión del lugar que los perros tienen en nuestras vidas y en nuestros corazones. La falta de estas respuestas culturales compartidas y predecibles puede hacer que sea más difícil seguir adelante.
Para ser justos, es difícil imaginar algo peor que sufrir la muerte de un niño o de un gemelo idéntico, pero para muchas personas, el dolor de perder un perro tiene el potencial de ser tan malo como cualquier otra pérdida. A medida que se acepta más ampliamente en la sociedad, es más fácil para las personas hacer frente a la pérdida de un perro. La aceptación de que nuestros lazos con los perros son intensamente fuertes disminuye la vergüenza y la vergüenza que muchos asocian con el duelo por un perro. En un entorno en el que nadie pensaría siquiera en pronunciar esa horrible frase “sólo un perro”, sería más fácil pasar por el proceso natural de duelo y seguir adelante.