En este video, un perro intenta repetidamente convencer a una estatua para que juegue a buscar con él. Coloca su bastón a los pies de la estatua una y otra vez, pero nunca obtiene la respuesta que desea.
Por supuesto, mi respuesta al ver esto fue la risa, pero realmente me hizo pensar. ¿Por qué este perro no se deja intimidar por la falta de respuesta de la estatua? Supongo que la mayoría de la gente juega con este perro entrañable y persistente, pero es posible que algunos no respondan de inmediato. Quizás este perro esté acostumbrado a intentarlo varias veces antes de que la gente le arroje el palo.
Por otro lado, debemos explicar por qué el perro no se dio cuenta de que se está acercando a una estatua, no a una persona viva. Quizás solo ve una forma humana e inmediatamente la equipara con la perspectiva de jugar a buscar sin la necesidad de evaluar otros detalles de la situación. Quizás este perro ha prestado poca atención a muchos aspectos del comportamiento humano. “Me tiran palos”, podría ser todo lo que ha asimilado. O tal vez la estatua es demasiado realista para que él la distinga de las personas vivas, especialmente si no tiene experiencia previa con estatuas.
Aquí hay un perro que aparentemente ve a las personas como lanzadores de palos y probablemente haya tenido un gran éxito con esa visión del mundo. Para él, cualquier forma humana es un lanzador de palos potencial, y no ha tenido la oportunidad de aprender a distinguir a los humanos que pueden lanzar palos de las estatuas de humanos que no pueden.
Curiosamente, la estatua con la que el perro quería involucrarse es la de Alan Turing, el brillante matemático y descifrador de códigos que generalmente se considera el padre de la informática teórica. Como genio y librepensador completamente original, Turing estaba claramente demasiado preocupado considerando algún problema matemático profundo como para prestar atención al perro.
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